La Convención de la Plataforma del Tercer Sector celebrada este martes debería ser el punto de inflexión para redefinir su posicionamiento en la sociedad y su relación con la clase política. Hasta ahora la prestación de servicios a colectivos en riesgo de exclusión ha sido casi el fin último de las organizaciones, pero con los cambios sociales de estos últimos años, donde la sociedad civil se ha visto fortalecida y exige un mayor protagonismo en la toma de decisiones de  todo aquello que les afecta, es necesario plantear un nuevo papel para las entidades del Tercer Sector. Y Carlos Susías daba la clave: “Hablaremos no sólo de servicios sociales, sino de empleo, de vivienda, de sanidad, de educación o de política fiscal, en la medida en que cada una de las normativas en estos aspectos afecten a las personas en España”

 

Es necesario huir de la endogamia que en muchas ocasiones atenaza a las organizaciones, endogamia que lleva a la propia competencia entre entidades e impide levantar la vista y descubrir la globalidad de la sociedad y la necesidad de trascenderse a sí misma. Además, la endogamia traslada una imagen externa poco transparente y equívoca de la labor del Tercer Sector que hace confundir la lucha por una justicia social con la caridad.

 

Sebastián Mora lo sugería así en la convención celebrada esta semana: “Que las entidades del Tercer Sector pongan el foco no en comunicarse a sí mismas, sino en lo que le pasa a la gente”. Y añadía: “No somos instituciones que buscamos el prestigio, sino revelar la realidad, lo que a la gente le duele”.

 

Hay que perder el miedo. En un sector donde la supervivencia de muchas de sus organizaciones depende de las subvenciones, se ven constreñidas en su papel de denuncia política.

 

Porque el Tercer Sector no solo es prestador de servicios, además debe ser  un sector de lucha por la Justicia Social y eso implica valentía política. Las subvenciones de hoy son deslegitimación de mañana. El secretario general de Caritas lo exponía con mucha claridad: “Ni la sociedad, ni los medios, ni los políticos quieren asistir al sufrimiento de las personas, pero un Tercer Sector que no quite el velo de lo que pasa terminará engañándose”.

 

El voluntarismo (no confundir con el voluntariado) del Tercer Sector se debe transformar en profesionalización, en mayor transparencia, para conseguir unas organizaciones muchos más fuertes que sirvan de herramientas para el cambio y sean capaces de canalizar las inquietudes sociales de los ciudadanos, generando confianza en la Sociedad Civil.

 

Y por último, es fundamental que la clase política y el gobierno de turno, entienda de una vez por todas que el Tercer Sector no sustituye la responsabilidad del Estado. Las responsabilidades del gobierno no se pueden limitar a aprobar Leyes bonitas (Ley de Tercer Sector de Acción Social, Ley de la Economía Social) e instalarse en la comodidad de que la sociedad resuelva por sí mismas los problemas de millones de personas. La responsabilidad del gobierno y los partidos políticos es legislar, hacer leyes con principios de justicia social y, fundamentalmente, desarrollarlas; las dos que he mencionado antes siguen sin desarrollarse. Las fotos, los titulares bonitos y las palmaditas en el hombro las deben sustituir por hechos, de lo otro ya ha tenido bastante el Tercer Sector en los último años.

 

Que no se confundan, el Tercer Sector no pide caridad pide justicia.

 

Y voy ha acabar con un párrafo del relator de la convención, Luis Cayo, que de esto del activismo y la estrategia sabe mucho:

 

“El tercer sector no es un fin en sí mismo, sino un motor de cambio, personal y social; somos agentes de inclusión, derechos y bienestar. Somos personas en primera persona”.

 

 

@arturosanromanf